¿Por qué correr se ha puesto tan de moda?
Muchos de vosotros os habréis hecho esa misma pregunta últimamente, ¿verdad?. Seguro que tenéis amigos que no habían hecho deporte en su vida que ahora pasados los 30 están apuntándose a todas las carreras populares de la región y buscando incluso objetivos más ambiciosos como ir a la media maratón de San Sebastian, correr la maratón de Valencia, etc....pero... ¿Que le ha pasado a toda esa gente que ahora busca un hueco a cualquier hora del día para correr? ¿De verdad es tan adictivo como dicen ellos? ¿De verdad es necesario comprarse unas zapatillas de última tecnología? ¿De verdad tenemos que ir a un podólogo deportivo a que nos haga unas plantillas especiales para nuestro tipo de pisada? ¿Que ha pasado en la sociedad para que de repente los parques, las carreteras y los caminos estén llenos de hombres y mujeres corriendo?
Partiendo de la base que todo lo que sea fomentar y hacer actividad física me parece genial, lo que yo creo sinceramente es que en tiempos de crisis en los que la vida se vuelve complicada y los trabajos nos extresan demasiado el running se ha convertido en una vía de escape, y en este caso además una vía de escape barata. Siempre habrá modas relacionadas con la actividad física y el deporte.
Los últimos años la zumba, el spining, el body combat, el padel, el yoga, etc.... están inundando todos los gimnasios y miles de personas asisten asidua mente. Ahora quizás el mayor fenómeno esté siendo el Crossfit, aunque claro esto es una moda mucho más cara ya que apuntarse a un box de crossfit suele costar unos 70 euros al mes y puedes ir solo 2 o 3 veces a la semana como mucho.
En cuanto al running la cosa en mi opinión es empezar y una vez que empiezas y coges el hábito todo es mucho más fácil. Pero analicemos los nuevos runners un poco más a fondo:
Lo primero que hace un runner novato es comprarse o desempolvar su mp3, por que claro si voy oyendo música el sufrimiento es menor y el tiempo pasa más rápido, cosa en la que estoy de acuerdo 100 %, ya que correr para mi tiene un alto componente psicológico.
Lo segundo que hace un runner novel es ir al kiosko y comprarse la Sport Live que trae un artículo de como empezar a correr sin sufrir.... o prepara una carrera de 10 km en tres semanas.... En esta parte tengo que decir que no estoy muy de acuerdo por que muchas veces la gente se guía por artículos de revistas o de internet poco contrastados, que no saben si están realizados por un profesional de verdad o por PILAR RUBIO, que como no ha triunfado como actriz ahora se tiene que dedicar a prescribir actividad física sin tener ninguna formación, lo que me parece penoso....En fin pues el problema es que mucha gente hace caso a esos artículos y ¿que resultado obtienen?, pues en su mayoría se lesionan y los que no se lesionan se desmotivan por que ven inalcanzables ciertos objetivos que plantean las revistas para gente sin experiencia y que en realidad son objetivos más para atletas keniatas.
Lo tercero son las zapatillas. Despues de salir tres días seguidos y comentar con otros corredores, ellos te dicen que claro que con esas zapatillas es complicado que no son específicas, que te puedes lesionar, etc.... y la verdad que no mienten, pero tu que llevas dos días corriendo y que no sabes si vas a seguir haciéndolo vas a una tienda especializada y te gasta 130 o 150 euros en unas Mizuno, unas New Balance, unas Assic, que son las marcas que te han aconsejado los otros runners.
Si la cosa sigue hacia delante ya te compras un reloj pulsometro que te mida la frecuencia cardíaca y te de los tiempos de paso del km. Además seguro que te dice la distancia total y las calorías consumidas. O también puedes descargarte el runtastic en tu smartphone y así compartir tus progresos en las redes sociales.
Si continuamos con ganas y convencemos a algun amigo más entonces ya creamos el grupo de whatsapp de los que salen a correr, y vamos organizando quedadas para salir a entrenar, preparamos y analizamos carreras populares, discutimos sobre zapatillas, podologos deportivos o fisioterapeutas que nos han venido genia, etc....
Por último ya los mas frikis empiezan a analizar el mercado de los suplementos deportivos y se empieza a comprar geles de glucosa, y empieza a cuidar también su dieta.
¿Resultado de toda esta fiebre?
Se está abriendo ante nosotros un mercado enorme de productos para runners. Nos invaden con anuncios de zapatillas, con carteles de carreras populares por toda la geografía, con ropa especial para que no te roce, con medias de comprensión para que no se carguen tanto las piernas, etc..
y al final un hobby que empezó siendo barato ya no lo es tanto, es más, algunos se gastan más que en un equipo de ski, que es uno de los deportes que la gente por antonomasia cree que es carisimo y solo para ricos.
Conclusión: El correr es una moda que yo creo que ha venido para quedarse una larga temporada, ya que hasta los famosos están totalmente enganchados a ella. Podemos ver en twitter a David Muñoz salir de su restaurante Diverso con tres estrellas michelin a las 2 de la madrugada y ponerse a correr 15 km a esas horas, o podemos ver a actores como Julian Lopez y Santi Millan en carreras populares de la comunidad de Madrid o la presentadora de las campanadas Cristina Pedroche que ya participa hasta en medias maratones. Todo esto hace más importante aun si cabe este fenómeno y motiva a la gente a echarse al asfalto y ponerse correr.
Para mi lo mejor de esta moda es que las mujeres también se han enganchado y son cada vez más las chicas que podemos ver super preparadas en todo tipo de carreras populares. Así que me parece genial que haya calado tan hondo en ambos sexos.
Yo de momento aunque me gustaría mis tendones de aquiles no me permiten hacer esos esfuerzos así que veo los toros desde la barrera y disfruto de los logros de mis amigos. Así que, desde mi punto de vista
VIVA EL RUNNING!!!
A continuación, y muy en relación con el tema que acabo de tocar os quiero dejar un artículo de un periodista de un diario asturiano llamado
Nacho Azparren y que hizo para su diario
La Nueva España un precioso artículo de su propia vivencia de la maratón, mas concreta mente de la maratón de Chipre.
El artículo esta escrito magistralmente y si has corrido alguna vez te sentirás identificado con muchas de las cosas que se le pasan a Nacho por la cabeza y analiza muy exhaustivamente lo que conlleva la prueba por excelencia del atletismo La Maratón. Espero que os guste tanto como a mí:
Inspiro hondo y bebo agua insistentemente. Hago algunos estiramientos de forma mecánica, más por rutina que por necesidad, y vuelvo a comprobar, ya van diez veces, que las zapatillas están perfectamente abrochadas. Son las 7.25 de la mañana pero el sol empieza a apretar en Pafos, Chipre. Es mi tercera maratón, en un destino poco habitual por la inexplicable necesidad de buscar retos no convencionales. Tengo 42,195 kilómetros por delante, solo recordarlo me da pereza. Pienso en aquella frase de Marcelo Bielsa, entrenador de fútbol, cuando le preguntaron por qué corría todas las mañanas durante una hora. “Corro por el placer de dejar de correr”. La satisfacción llegará una vez cruzada la meta. Si logro cruzarla, claro.
Hay algo en el atletismo a nivel aficionado que trasciende de la mera experiencia deportiva. Es una oportunidad única de derribar algunos muros, de superar el límite. El running como catarsis. “El dolor es inevitable. El sufrimiento es opcional”, que recita Murakami en su “De qué hablo cuando hablo de correr”, algo así como la Biblia del corredor amateur. El dolor va a llegar en algún momento de la carrera, es inevitable, pero estás ahí porque quieres. El sufrimiento, opcional, puede terminar cuando lo desees.
Bebo otro trago, proyecto mentalmente mi entrada en la meta y decido qué celebración llevaré a cabo. Da igual, en el kilómetro 42 no me acordaré. Recuerdo el lema de Murakami antes de empezar. Y sé que, pase lo que pase, no pondré de mi parte para acabar con ese sufrimiento.
Kilómetro 1. Volvamos a la carrera. La organización da la salida y los corredores se juntan en la cuneta. La maratón de Chipre es tan amateur que no se corta el tráfico. El inicio está situado enfrente de la roca de Afrodita. Un insulso peñasco a escasos metros de la costa sin más gracia que la que le concede la leyenda: Es el lugar donde Crono amputó los genitales de Urano con una hoz de adamantium. Fruto de aquella escena nació Afrodita, diosa griega de la belleza, la sexualidad y el amor.
Una amalgama de corredores se une en los primeros metros presos de un desbordante entusiasmo que suele llevar a un ritmo más alegre del debido. Por fortuna, en el inicio estoy acompañado de Juan, un debutante de condiciones keniatas. “Estoy más nervioso que en mi boda”, me comenta. No sonríe. Lo dice en serio.
Kilómetro 12. Los primeros kilómetros de una maratón te hacen reencontrarte con tus orígenes en el running. Correr porque sí. Cada uno tiene su historia, esa es la gracia, que explica cómo ha acabado en esa rutina. En mi caso fue por aburrimiento. Estaba en Madrid, había acabado la carrera después de mi año Erasmus y cursaba un máster por las tardes. Mis tres compañeros de piso trabajaban por las mañanas así que no tenía mucho que hacer. Podía dedicarme a algún negocio ilegal o a ver el programa de Ana Rosa. Las dos opciones me parecían igualmente peligrosas así que decidí salir a trotar. Una semana después estaba cronometrando los tiempos; al mes me había descargado un programa que medía distancia, ritmo y velocidad. Había caído en la trampa. Igual de lícito que el aburrimiento como motivo para correr lo son la necesidad de cuidarse, el amor por el deporte o encarar nuevos retos. Como decía, cada uno tiene sus motivos.
En el kilómetro 12 tomo el primer gel. De sabor horrible, pero absolutamente necesario. La alimentación previa y durante la carrera también forma parte del running. Y de una potente industria. En realidad, como otros tantos corredores populares, nunca he alterado significativamente mi dieta en los meses que preceden a una maratón. En los días previos sí se suele aumentar la ingestión de hidratos (arroces, pasta, pan) para llegar con el depósito cargado. Poco más que eso es necesario.
Avanzan los primeros kilómetros sin síntomas de cansancio. La cabeza está aún lúcida. Una vez leí que los grandes competidores usan la sencilla fórmula de marcarse pequeños objetivos. Uno tras otro hasta la meta. En vez de pensar “me quedan 32 kilómetros” se quedan con un “tengo que hacer los próximos 10 en un tiempo determinado”. También sirven referencias visuales. Observo a un corredor con una camiseta blanca y roja que avanza unos 100 metros por delante y decido que va a ser mi objetivo.
Kilómetro 21. Alcanzo la mitad de la maratón con las mejores expectativas. Suele ocurrir así. Hago mentalmente un rápido cálculo que nunca funciona. Si he cumplido la mitad en X tiempo, puedo acabar la carrera en 2X. Mi estado mental roza la euforia. Olvido deliberadamente el hecho de que la segunda mitad de la maratón siempre es más lenta. Soy más feliz con la -falsa- perspectiva de un tiempazo con el que no soñaba. Ya habrá tiempo de lamentarse. Juan ya me ha abandonado impulsado por sus ritmos africanos.
La carrera también te permite forjar lazos con gente con la que no habías cruzado una palabra en tu vida. Son simplemente corredores que comparten ritmos contigo, pero que allí, en mitad de la carretera, se convierten en compañeros, aliados, camaradas. Han desembarcado en Normandía contigo. Aunque nunca hayas hablado con ellos. Llego a la altura del corredor que me precedía, mi objetivo. Descubro que es polaco por la bandera que lleva en la parte posterior de la camiseta. Le suelto un simple “hello” que significa mucho más que “hola”: es un grito de ánimo, de que estamos juntos en esto. Somos del mismo equipo.
Kilómetro 30. Una teoría popular dice que la maratón son 30 kilómetros de piernas, 10 de cabeza y 2 de corazón. El kilómetro 30 es uno de los momentos decisivos. Conviene no pensar demasiado en ello pero si a estas alturas la fatiga y las molestias son muy evidentes el final se te hará eterno. En mi caso, el ritmo se empieza a resentir. El reloj dicta sentencia. La zancada ya no es tan alegre, las piernas pesan cada vez más. Los geles no hacen ningún milagro. Procuro no pensar en ello.
Es a partir del kilómetro 30 cuando te empieza a molestar cualquier cosa. La industria del calzado lo tiene presente. Lo último en los lemas publicitarios habla de zapatillas con las que “notarás la diferencia a partir del kilómetro 30”. El atletismo amateur es un negocio, una industria en la que las grandes marcas invierten tiempo y dinero. Y obtienen grandes réditos. El que rebautizó al “footing” de toda la vida con el nombre de “running” merece un reconocimiento. Ahora, correr mola. Como el anuncio del curso de guitarra de CCC que te decía que ligarías más. Las marcas lanzan sus productos en todas las direcciones. Te preguntarán si eres pronador (gastas más la zapatilla por dentro) o supinador (por fuera). Si quieres algo ligero o una suela gruesa. Hay colores para todos los gustos. En realidad, todos los modelos de las principales marcas son esencialmente iguales. Y todos coinciden en que su precio de mercado está por encima de los 120 euros. Un negocio. Mis zapatillas, por suerte, parecen resistir el constante impacto con la calzada. O eso creo.
Kilómetro 35. Bienvenido al “muro”, pienso. Acertada definición para todo lo que sucede a partir del kilómetro 35. Es entonces cuando me pregunto qué narices hago allí. Estoy tirado en medio de la nada y aún quedan 7,2 kilómetros, una distancia demasiado corta para abandonar y demasiado larga para celebrar. Las piernas fallan. En mi caso los calambres empiezan siempre en los isquios, la parte posterior del muslo, pero los gemelos y los adductores también protestan. En realidad va a llegar un punto en el que los dolores llegan de músculos de los que desconocía su existencia.
Es entonces cuando me pregunto por qué Filípides tuvo que ir de Maratón a Atenas a pie. ¿De verdad no había un caballo disponible? ¿Y no podían haber diseñado Maratón algo más cerca de la capital? Pensamientos muy lúcidos. En el muro, el atleta se enfrenta de verdad a la dureza de la carrera y entra en conflicto con sus límites. En realidad la maratón, como experiencia extrema, te demuestra que tus límites siempre están un pasito más allá de lo que la mente piensa.
Intuyo que algo falla y pronto llega la confirmación. El polaco me adelanta. Se ha venido arriba. O yo me he hundido. Me supera con facilidad mientras pienso que quizás unas zapatillas más caras me hubieran dado un esfuerzo extra, como me explicó aquel agradable vendedor. El consumismo vuelve a ganar. Saludo al polaco a mi paso con una deportiva y muda sonrisa. Por dentro maldigo a todos sus muertos. De buen rollo, eso sí.
Kilómetro 40. Antes de cada carrera siempre me repito lo mismo: intenta disfrutar el final, guárdate algo de fuerzas e intenta disfrutar del final. Nunca lo he logrado. Agradezco los gritos de ánimo de la gente, agolpada cerca de la meta, pero estoy tan castigado que la única referencia que espero es la línea final. Correr por el placer de dejar de correr. Bielsa se hace enorme en mis pensamientos. Es curioso pero en este punto siempre me viene lo mismo a la cabeza: ¿Por qué no serán 40 kilómetros en vez de 42? Es absurdo lo sé. Si fueran 40, lo pensaría en el 38. Y si fueran 38, en el 36. Y así sucesivamente. Pero siempre lo pienso.
Es la última vez que hago esto, reflexiono. María lo agradecerá. Pero sé que no será así. La memoria, selectiva, borrará los malos recuerdos. Lo que ocurre entre los kilómetros 35 y 42 pasarán a un segundo plano, a la bandeja del correo no deseado, al olvido. El polaco, un tipo que sí se ha sabido dosificar, ha desaparecido en la lejanía.
Kilómetro 42,1. Si llegas con algo en la reserva puedes permitirte disfrutar de la recta final. 100 metros.200, como mucho. No más. Escucho el apoyo desde las vallas pero solo puedo mirar al frente, a la meta. Sé que lo he logrado y lo celebro internamente aunque no hago gestos para economizar esfuerzos. El isquio me lleva abrasando 7 kilómetros y las piernas más que avanzar chocan con el pavimento. El suelo duele.
Pero estoy en la recta de meta y el dolor pasa a un segundo plano. ¡Toma esa Murakami! Es el momento, mínimo, de disfrutar. Un amigo me pasa una bandera de Asturias desde la valla y la sujeto como si me fuera la vida en ello, como si estuviera corriendo por mi patria. Soy el William Wallace astur en versión runner. He logrado el objetivo, he vencido al rival más temible: yo mismo.
Cruzo la línea y siento una liberación difícil de explicar. No miro al tiempo, no calibro si he mejorado mis expectativas. Solo celebro que no tengo que correr más. Se ha acabado. Busco a mi gente entre el público para recibir las primeras felicitaciones pero alguien se adelanta. Alguien con una camiseta blanca y roja que pone “Poland” y que se funde conmigo en un sentido abrazo sin palabras. Al fin y al cabo, los dos somos del mismo equipo.
Me siento en el suelo. Pasan cinco minutos, quizás diez, hasta que vuelvo a recuperar el aliento y un pensamiento se agolpa en mi cabeza: ¿Para cuándo la siguiente maratón?
Muchas gracias Nacho Azparren por compartir tu experiencia con nosotros. Para los que amamos el deporte y el entrenamiento leer tu crónica es como vivirla en nuestras propias carnes. Enhorabuena por este brillante artículo y espero que a los lectores del blog les motive para calzarse las zapatillas y ponerse a correr de inmediato.